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Casi cincuenta años a todo color, en el área central de la región

elcomerico.es []

 

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Ibersa, que comenzó a fabricar pinturas en Granda, en 1969, continúa creciendo, hoy, en la planta de Sariego que cumple cinco años.

En la planta se guarda una muestra de cada mezcla fabricada, por pequeña que sea.

En la planta se guarda una muestra de cada mezcla fabricada, por pequeña que sea.

18.000 metros cuadrados de fábrica cubierta. Una parcela de 25.000. Y muchos más, si se suman los terrenos circundantes, propiedad de la empresa, ya calificados como industriales para una futura ampliación del polígono de Santianes. Las instalaciones de Ibersa en Vega de Sariego, inauguradas en 2011, son impresionantes y sirven para acoger al octavo fabricante de pinturas de España. Pero la historia comenzó mucho antes de aparecer en ningún ranking. Fue hace casi cincuenta años, en Granda. Allí, un joven Miguel Ángel Zabala del Rey empezaba a los 23 años a poner los cimientos de lo que hoy es el Grupo Zalle, cuya propiedad comparte con sus hijos, y bajo cuyo manto, del que participan más de doscientos trabajadores, crecen, año a año, Ibersa y otras cinco compañías.

A la fábrica asturiana, alma mater del grupo, se añadieron durante el camino otras dos: Iqugasa, en Orense (fundada por Zabala a mediados de los ochenta), e Ibersa Benicarló, en Castellón (adquirida hace poco más de una década), que ayudaron a posicionar la empresa en el territorio nacional, donde Ibersa comercializa sus productos bajo la denominación El Mundo del Pintor, que suma 109 tiendas.

Pero donde puede localizarse a Miguel, «mañana y tarde», es en la fábrica de Sariego, que cumple cinco años y siempre está pendiente de una última actualización. Una de sus últimas incorporaciones ha sido un robot de paletización -coloca los botes de pintura en palés-, que pronto se completará con otra máquina que los transportará al almacén.

Especial orgullo muestra al hablar del diseño de la planta, trabajo del ingeniero Raúl Quijano, que no deja ningún detalle a la improvisación y personifica eso de que «buscamos fuera cuando las mejores soluciones, muchas veces, están en Asturias». Toda la factoría, que da empleo a medio centenar de personas, se encuentra compartimentada. Las oficinas están protegidas por un perímetro de seguridad que las separa del material inflamable con el que se trabaja en la fábrica.

En la parte exterior, los depósitos de agua, una máquina para su tratamiento y el punto limpio donde van a parar todos los residuos, contrastan con una pequeña parcela de verde, con decenas de muestras de pintura, colocadas cara al sol a 45 grados. «En ningún laboratorio se ve tan bien el envejecimiento de las pinturas», explica Zabala. Alrededor de la estructura donde se encuentran las muestras, media docena de ovejas cumple diligentemente con su trabajo: «Así no hace falta una máquina para el césped».

Ya dentro de la planta, la fábrica de esmaltes está perfectamente diferenciada de la de productos al agua. Entre ambas, producen más de seis millones de kilos de pintura al año. Estos se distribuyen en sus tres grandes líneas: entre tres y cuatro millones de kilos se corresponden con la producción de pintura decorativa (para interior y exterior de casas), casi 1,5 millones de kilos son de pintura industrial para estructuras metálicas y los 1,5 millones de kilos restantes, de barnices para abastecer a las grandes empresas del sector de la mueblería.

Entre las muchas y modernas máquinas llama la atención una tintométrica industrial, que mezcla la pintura blanca con colorantes para llegar al color a medida que demande el cliente. La carta de colores alcanza los 12.000.

También el almacén está dividido. La parte donde se guardan los productos con disolventes puede aislarse por completo en caso de accidente. «Es un búnker», incide el propietario.

Pero hay otra Ibersa, lejos del ruido y la trepidante actividad, ahora aminorada por las vacaciones de verano que en estos momentos disfruta la mayor parte de la plantilla. Es una Ibersa silenciosa que, como ocurre con todas las estancias, está conectada prudentemente con el resto de las instalaciones. Se trata de los dos laboratorios. En el de control de calidad se guarda una muestra de cada mezcla que produce la fábrica, por insignificante que esta sea.

Es en el laboratorio de desarrollo, iluminado con luz natural como ninguna otra parte de la factoría -un factor importante en el estudio de los colores- donde se desarrollan los productos que han permitido al grupo no pagar ni un solo 'royalty' a lo largo de su historia. Ibersa desarrolla la totalidad de las pinturas que comercializa.

Y lo hace, todo, bajo una bandera española que preside las instalaciones. «No tiene ninguna connotación política. Mandé que la colocasen porque estoy harto de que en todas partes se pueda presumir de la bandera, menos aquí», zanja Zabala.


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