La correcta gestión de residuos peligrosos tras la descontaminación se divide en cuatro partes bien diferenciadas:
a. Almacenamiento
Dependiendo del tipo de residuo peligroso, de su ubicación y estado podrá hacerse un almacenamiento temporal (contemplado en la normativa vigente), aunque generalmente no se permite el almacenamiento durante más de 6 meses.
El almacenamiento siempre debe hacerse en condiciones de seguridad, y con las medidas preventivas adaptadas al residuo peligroso del que se trate.
b. Transporte
El transporte debe hacerse mediante un transportista autorizado, habiendo notificado previamente a la autoridad competente (generalmente se realiza de forma telemática) y conservando en todo momento la trazabilidad mediantes los documentos de control y seguimiento (DCS).
c. Tratamiento o almacenamiento definitivo
Algunos tipos de residuos peligrosos pueden ser tratados, de tal forma que los materiales resultantes sean reincorporados a la actividad (por ejemplo, suelos contaminados en plantas especiales).
Cuando los residuos peligrosos no pueden ser tratados para neutralizar su peligrosidad, la labor del gestor sería en ese caso acondicionarlos para su almacenamiento definitivo.
d. Gestión final y transferencia de la titularidad
La gestión de los residuos peligrosos realmente finaliza una vez completadas todas las etapas documentales, y entregada al productor de residuos peligrosos toda la documentación, que debe custodiarse durante el plazo establecido.
La normativa europea y española se basan en el principio “quien contamina paga”, que se extiende a lo largo de todo el proceso de gestión de los residuos, sean peligrosos o no.
Por ello, la titularidad de los residuos es de quien los origina, aunque en el proceso de gestión puedan intervenir varios agentes, hasta que esta titularidad se transfiere al gestor final, tras las oportunas acciones y verificaciones documentales.
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